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mapa: Ategorrieta

En memoria y en honor

a don Arturo Campión

 

Bernardo Estornes Lasa

Memorias. Recuerdos y andanzas de casi un siglo.

Auñamendi, 1996

 

        A raíz de la guerra última se han atribuido a don Arturo Campión actitudes totalmente en desacuerdo con su larga vida de militante vasco. Entre ellas destaca por su importancia la carta que con fecha 14 de septiembre de 1936 recibió el Diario de Navarra. Dice así:

 

        «San Sebastián, 14 de septiembre de 1936.

        Tengo el gusto de hacer constar que, liberada esta ciudad de la tiranía roja, quiero manifestar, a la vez que mi protesta más enérgica por el incalificable proceder del nacionalismo vasco, mi adhesión inquebrantable a la Junta Nacional de Burgos.

        Arturo Campión».

 

        Pero da la casualidad, que, días antes de la fecha de esta carta, día siguiente a la ocupación de la ciudad por los franquistas, un familiar de Campión me llamó a mí por teléfono para hablar de un asunto urgentísimo. Yo entonces, me encontraba en Zarauz e inmediatamente fuí a San Sebastián y me personé en el domicilio de don Arturo. En el camino oí algunos disparos. Pasé al otro lado de la vía del tren y me encaminé hacia la famosa villa «Emilia Enea», en Ategorrieta. Saliendo de la ventana ondeaba una ikurriña, que en esos trágicos momentos significaba, hasta cierto punto, una cierta seguridad.

        Me recibió la señora viuda de Vila, un militar a quien habían asesinado en la calle junto a un hijo menor de edad. Un horrendo crimen. Se habían rendido los cuarteles de Loyola, figurando entre los rendidos dos sobrinos de don Arturo si mal no recuerdo. Peligraban sus vidas y había que hacer algo por ellos. Es de suponer el cuadro doloroso. La viuda, acongojada, llorosa, sostenía y sostenía que su marido jamás se habla metido en nada. Le acusaban de haberle sorprendido disparando desde alguna ventana o azotea.

        La otra persona ahí presente, era don Arturo, ciego hacía varios años, aniquilada la salud, diabético, con voz cascada, y, sobre todo, casi centenario.

        Tuvo palabras reiteradas y durísimas de condena para la rebelión. Yo escuchaba sobrecogido. El Campión de toda la vida lúcido, enérgico, se debatía en una angustia incontrolable. Porque Campión amaba entrañablemente a sus sobrinos a quienes dedicó, en su día, algunas de las más sentidas composiciones literarias.

        Don Arturo era viudo hacía muchos años y no tenía hijos. Por eso, sus familiares eran sus parientes más cercanos.

        Yo no sé lo que habría pasado ese 14 de septiembre de 1936, pero me lo imagino. Era el momento álgido de las violencias y éstas no se iban a parar en las pequeñas minucias. La lucha propagandística tocaba su punto culminante. Yo no prejuzgo nada referente a dicho comunicado. Me permitiré, sin embargo, algunos comentarios.

        En primer lugar, la prisa en escribir dicha cuartilla al día siguiente de la ocupación de la ciudad.

        En segundo lugar, la índole de la misma y su redacción, prosa que no es habitual de don Arturo.

      «Tengo el gusto de hacer constar...» Si; enorme gusto tuvo don Arturo... «Liberada» la ciudad. «Tiranía roja». «Mi protesta m s enérgica». «Incalificable proceder». Y, sobre todo, «Adhesión inquebrantable», a la Junta Nacional de Burgos.

 

 

 

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